lunes, 31 de agosto de 2009

"LAS COSAS CLARAS" (1974)

*
hay que olvidarse de las viejas sonrisas
y andar con el dolor a cuestas
para que sirva definitivamente.
*

pero sostengo que un día
aunque el amor sea el hermano implacable de la lluvia
de mi casa a tus ojos
no habrá naufragios
*

miércoles, 19 de agosto de 2009

8

Yo no tengo una personalidad: yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades. En mí, la personalidad es una especie de forunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad. Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, en el W.C... ¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera! Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan. ¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo – me pregunto- todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique por ejemplo con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de de congelar una locomotora? El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarme de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto... Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de transatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquella desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas. Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.

sábado, 15 de agosto de 2009

Amor Droga Muerte

Nunca mezclé drogas con amor. Le tengo miedo a las drogas y le tengo miedo al amor, porque las dos situaciones se parecen a morir. En verdad, imagino que morir debe ser aun más calmo que ese estallido de emoción, que es la droga y que es el amor. Morir debe ser simplemene un no sense, tutututu stop, punto, ya no hay yo. La sensación de extralimitación que dan algunas sustancias es justamente lo contrario, es como un desparpajo de vida estallada, saliéndose por la mirada, por las manos, por la palabra. Y así también el amor, una voracidad de cuerpo, de calor, una inquietud que en las antípodas tiene a lo ya muerto. Pero morir-morir, el acto supremo, debe ser como amar y drogarse, como cuando la cabeza se hipercalienta y suben por las venas centelladas turquesas que todo lo elevan, como el recostarse del remiendo racional, la pregunta insatisfecha, el cálculo para el ahorro, y la ampliación irreversible del campo de acción hacia constelaciones inexplicables. Imagino así como un shock de droga y amor a la muerte misma, el instante.





(EL GLOB DE FUNES)