El hombre se acuesta
con sus mudas palabras
trepándole por la boca.
Hay miedo en esas palabras
miedo en esa lengua
miedo en la espalda enterrándose
entre las vaciedades de la sábana
miedo en el cuerpo que no encuentra ahora
la suave sombra carnal que lo sustente
miedo en los relojes que se gastan
miedo en el grito que solamente
las orejas del hombre pueden escuchar.
El hombre espera con sus huesos solamente
y un silencio oscurísimo fluye sin prisa
por todos los teléfonos.
lunes, 3 de noviembre de 2008
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